Teniendo en cuenta que el curso ya ha terminado y que muchos padres, tal vez, están pensando a qué centro escolar llevar a sus hijos el próximo curso, y conscientes de que el verano es un buen tiempo de reflexión para los jóvenes sobre su vocación, para descubrir lo que quieren hacer con su vida y conocer el camino por el que Dios les puede estar llamando para responderle con generosidad; quiero aprovechar ambas circunstancias para recordar que el Seminario es un centro en el que se forman jóvenes humana, cristiana y vocacionalmente y un lugar privilegiado para descubrir el camino por el que Dios puede estar llamando a cada joven.
Por otra parte, quiero ayudar a tomar conciencia de la necesidad de vocaciones sacerdotales que tenemos en toda la Iglesia, en nuestra Diócesis, y que, por lo mismo, todos debemos poner nuestro granito de arena para promover y animar las vocaciones al sacerdocio.
Es verdad que la realidad de las vocaciones sacerdotales depende principalmente de Dios. Él es el que llama, como nos dice Jesús: «No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé» (Jn 15, 16). Pero la respuesta a su elección y llamada, la tenemos que dar cada uno, porque Él llama, pero no fuerza a nadie a responderle.
Estamos seguros de que el Señor sigue llamando hoy también. Lo que faltan son respuestas generosas a esas llamadas del Señor.
La respuesta vocacional a la llamada de Dios no es solo cuestión de los jóvenes, aunque gran parte dependa de ellos. Los jóvenes necesitan de todos los demás para descubrir la vocación y para responder positivamente a la llamada divina.
Necesita de la familia: los sacerdotes no nacen por generación espontánea. Nacen en las familias cristianas.
La familia es el semillero, el primer seminario, en el que germina la vocación, que va a necesitar cuidado y mimo por parte de ella para poder germinar de verdad en el corazón del adolescente y del joven. El adolescente y joven necesita el apoyo, el ánimo y la ilusión de los padres que consideran realmente que tener un hijo con vocación sacerdotal no es una desgracia, sino un don y gran regalo de Dios, y desde ahí apoyan y animan al hijo.
El joven necesita también del testimonio sacerdotal, alegre y convencido de los que somos sacerdotes, que viendo nuestra manera de vivir, nuestro testimonio de vida, este, martillee como una constante el corazón del adolescente y del joven y le haga preguntarse: ¿Por qué yo no puedo ser como esta persona que es una persona entregada, que vive su vida sacerdotal con alegría y encuentra en su vocación el camino para ser realmente feliz?
Necesita de una comunidad cristiana que valore la vocación sacerdotal y lo que el sacerdote hace en ella. Una comunidad cristiana que arropa, perdona y disculpa los fallos humanos del sacerdote.
El Seminario Menor es una institución eclesial al servicio del crecimiento humano, espiritual y del discernimiento vocacional. En él, el adolescente y el joven van a encontrar una buena formación intelectual, con un excelente claustro de profesores y con una enseñanza muy personalizada. La convivencia diaria ayudará al joven a cultivar y crecer en las virtudes humanas. La vida espiritual alimentada por el encuentro diario con el Señor en la Palabra y en la Eucaristía le irá ayudando a lograr una verdadera maduración cristiana y a tener, poco a poco, a Dios como el centro de su vida.
El Seminario ayuda a los chicos a hacer un discernimiento vocacional serio, sin presión ninguna y ofreciéndoles los elementos necesarios para hacer dicho planteamiento y discernimiento vocacional.
Desde aquí os pido a todos: padres, sacerdotes, comunidad cristiana, que cumplamos con la misión que nos corresponde, cada uno en su propia situación y animemos a adolescentes y jóvenes a que vengan al Seminario y aprovechen todas estas oportunidades que este les brinda.
En cuanto a vosotros jóvenes, no tengáis miedo, si buscáis algo que llene más plenamente vuestra vida y vuestro corazón, ¡venid!, el Seminario tiene las puertas abiertas para vosotros, para ayudaros a que hagáis un buen discernimiento vocacional y descubráis cuál es el camino a seguir por el que el Señor os llama.
+ Gerardo
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