Dos viudas que comparten lo que tenían para vivir

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    En la Palabra de Dios de este domingo aparecen dos viudas como modelo de lo que debe ser el desprendimiento y el compartir para ayudar a alguien necesitado o a las necesidades de la Iglesia.

    La primera es aquella viuda de Sarepta que Elías se encontró camino del monte a coger leña para hacer el último pan con el último aceite para ella y para su hijo y luego morir los dos. Elías le pide que primero le haga un panecillo para él y luego ya lo hará para ella y su hijo. Aquella viuda lo hizo como le pidió Elías y ni la harina se acabó, ni la alcuza de aceite se agotó.

    La otra viuda es la que Jesús observa en el templo y que, a diferencia de los ricos que echaban en el arca de las ofrendas buenas limosnas, echa dos monedas que era todo lo que tenía. Y Jesús alaba la conducta de la viuda que echó la que menos, pero echó la que más, porque echó como limosna todo lo que tenía para vivir.

    Una pregunta que nos hemos hecho casi todos es hasta dónde debemos compartir con los pobres y necesitados, o hasta dónde tenemos que desprendernos para dar a Cáritas o a la Iglesia para que pueda mantenerse y atender todas las necesidades que tiene.

    Una pregunta que nos hemos hecho casi todos es hasta dónde debemos compartir con los pobres y necesitados, o hasta dónde tenemos que desprendernos

    Casi siempre tenemos la sensación de que nos quedamos cortos, porque a lo mejor es verdad; que cuando pasan el cestillo en la Iglesia miramos a ver si encontramos la moneda más pequeña, de las que ya no damos ni cuando vamos a la compra, para echarla en el cestillo y eso, incluso, cuando se pide para una causa que necesita mucha solidaridad como es Cáritas o la misiones, o en la Campaña contra el Hambre en el mundo etc.

    No sé dónde leí una vez que un niño había ido con su madre a misa y se fijó en lo que echó su madre en el cestillo de la colecta y vio que echaba una moneda de cinco céntimos. Salen de misa y su madre comenta lo aburrido que le ha resultado el sermón del cura y el niño le contesta: ¿Qué más puedes pedir por cinco céntimos que has echado en el cestillo?

    La solidaridad y el compartir deben llegar no a tranquilizarnos dando unas monedas, o rebuscando los bolsillos para encontrar unos centimillos, que ni nos quitan ni nos ponen, como mucho nos quitan peso en los bolsillos.
    Jesús, con la alabanza que hace de aquella viuda pobre que echa poco pero echa lo que tenía para vivir, nos está diciendo que no hemos de compartir solo de lo que nos sobra, sino que el compartir debe ser hasta que nos duela.

    El Señor nos llama a ser generosos con los que nos necesitan, a dar hasta que nos duela; a dar, no solo de lo que nos sobra, sino de aquello que nos hace falta a nosotros

    Tenemos que ser muy sensibles a las necesidades y necesitados que nos rodean: parados, emigrantes, gente que no tiene para comer y que rebusca en los contenedores para tener algo que llevarse a la boca.

    El Señor nos llama a ser generosos con los que nos necesitan, a dar hasta que nos duela; a dar no solo de lo que nos sobra, sino de aquello que nos hace falta a nosotros, porque la caridad cristiana no son solo buenas palabras; la caridad cristiana hemos de materializarla en la limosna, en ayudar con nuestros bienes también a aquellos que no tienen, en dar a la parroquia algo de lo nuestro para que tenga con qué socorrer a los que diariamente acuden a ella en busca de ayuda. El Señor compensará de mil maneras nuestra generosidad, porque Él es el mejor pagador.

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