Rey con una cruz por trono

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- Pero, vamos a ver, Jesús, ¿nos puedes decir de qué has ido por la vida? ¿Tú crees que de esa forma accedes a la “moncloa” de Dios? ¿Tú crees que con tanta sensibilidad a cuestas se asciende al podium de los triunfadores  ¿Tú crees que se llega a mesías, a cristo, a rey, con un referendum popular a tu contra y con unos poderes religiosos y civiles opuestos ? ¿Tú crees que así salvas al mundo, que así se promociona y se salva al hombre...? 

El procedimiento que usas para llegar a rey, el método que utilizas para implantar el reino que eres, ni el mismo Pedro lo entiende ya que ha querido, satánicamente según Tú, apartarte de la cruz.

Y ya ves, Cristo, en qué trono te han colocado, qué corona toca tus sienes reales, qué manto luciste hace unas horas, qué cetro de caña... Ya oyes y ves las burlas y blasfemias que te están dirigiendo el pueblo, los jefes y el malhechor crucificado junto a Ti... Ya ves qué salvación esperan de Ti para Ti y para ellos...

¿Tú crees, Jesús, que con semejante táctica llegarás a tu reino, y que se abrirá para los hombres un nuevo y total paraíso, unos cielos nuevos y una tierra nueva  ¿Tú crees que, puesto como un “ecce homo”, contribuyes, a lo Adán, a la aparición de una nueva humanidad... ?
 
- Yo fui por la vida a corazón abierto, viendo con los ojos y a golpe de misericordia. Yo di cabida en mi afectividad a los sufrimientos de todo hombre y de todo el hombre. A mí me afectó todo dolor y todo el dolor de los hombres, mis hermanos. Ante tantos heridos de tantas cunetas reaccioné siempre a lo samaritano. Nuestro Padre común me encargó y yo me cargué las cruces ajenas: la invalidez, la minusvalidez, la devaluación de tantos y tantos hermanos míos. Grité ante el cielo y ante la tierra. Denuncié valiente y pacientemente la misteriosa “inhibición” de Dios, el anestesamietno de tanto corazón inhumano cerrado a la misericordia. Traté de despertar, como a Zaqueo y a Leví, de su sueño de inhumanidad a todos los que se encontraban conmigo. No me importó ser tratado de loco, de sacrílego, de blasfemo, de minador del templo, de subvertidor de los valores y leyes inhumanamente establecidos... Me sentí tan amado de mi Padre y tan amante de mis hermanos, que pude llevar hasta el extremo todas las posibilidades de amor que Él puso en mí y que los hombres me demandaban. Así mostré ante el mundo con caracteres humanos lo que Dios mismo es: amor entrañable, sensibilidad universal, misericordia impenitente, providencia himanizadora y libertadora...
Con este admirable y humanísimo modo oposité a la “moncloa” de Dios y encaminé a los hombres hacia los palacios del Rey eterno. Era consciente de que así los hombres llegarían a ser hombres cabales, se lograrían como hombres y se palparían como hombres...

Y fue después de morir, cuando empecé a reinar, poniendo en todo y en todos mi presencia resucitada como garantía y semilla del Reino Definitivo y Total.  Listado completo de Comentarios