La mies es mucha y los obreros son pocos

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    Jesús está instruyendo y formando a los apóstoles y les manifiesta la gran tarea que se les encomienda: «La mies es mucha y los obreros pocos».

    Es mucho lo que hay que hacer y son pocos los que quieren comprometerse en la tarea de anunciar a Jesús a tantas personas a las cuales no les ha llegado el anuncio de la persona ni de su mensaje.

    Desde esta necesidad de que se les anuncie a Jesús y su mensaje es desde donde Él elige a unos discípulos y les encomienda la misión de ir por el mundo entero y predicar el evangelio.

    Hoy, esta necesidad sigue siendo perfectamente actual porque es mucho lo que sigue sin hacerse en este campo de la evangelización. Son cada vez menos los que siguen la vocación del apostolado que anuncia con la palabra y la vida a Jesús, para que los seres humanos sigamos su mensaje, nos convirtamos y el Señor nos pueda dar la salvación.

    Vivimos en una sociedad en la que no se valora el mensaje de salvación, una sociedad en la que solo se vive el aquí y el ahora, sin proyección de futuro de salvación eterna y, sobre todo, sin esperanza de una vida después de esta.

    Hoy, abundan las personas que  viven como si Dios no existiese, como si todo terminara con la muerte, sin fe ni esperanza, sin criterios de fe que los ayuden a descubrir la necesidad de Dios en su vida.

    Por eso, el Señor, a través de su mensaje, nos dice a cuantos hemos recibido el anuncio de su persona y su mensaje que es mucha la tarea que hemos de llevar adelante para que tantas y tantas personas descubran que necesitan del Señor, de la fe en él, de vivir de acuerdo con lo que el Señor nos ha venido a anunciar, Porque Él ha vencido el pecado y la muerte y nosotros no podemos quedarnos solo en nuestros intereses materiales, sino que hemos de abrir el corazón para encontrar esperanza en la vivencia y el compromiso cristiano. Porque solo desde esta esperanza y este compromiso podremos vivir con esperanza ahora en esta vida y esperar con sentido la vida después de la muerte terrena, algo que el Señor nos promete si somos capaces de vivir nuestra vida terrena como quien sabe que esta es una peregrinación hacia la otra, que será una vida más plena y para siempre, que Cristo nos ha ganado con su muerte y resurrección.

    «La mies es mucha y los obreros pocos». El Señor nos está llamando a todos los bautizados a estar atentos a su llamada porque el Señor sigue llamando hoy a que seamos verdaderos agentes de evangelización de este mundo que nos ha tocado vivir.

    Para ser verdaderos agentes de evangelización todos los cristianos debemos sentirnos llamados a la tarea de anunciarlo a los demás desde nuestra palabra y nuestro testimonio, desde nuestro estilo de vida, desde nuestra valoración personal  de Dios, algo que ayude a descubrir esta misma importancia a los demás.

    Dice el papa Francisco que «todo cristiano, por el hecho de haber recibido el bautismo, es y debe ser un verdadero y autentico agente de evangelización» de nuestro mundo y nuestra sociedad, porque todos somos responsables de la fe, no solo de la nuestra, sino también de la fe de los demás.

    Necesitamos que siga habiendo personas que entreguen su vida en totalidad y radicalidad

    Cristo nos llama a todos a ser auténticos obreros de su mies, porque «la mies es mucha y los obreros pocos». Por eso el Señor sigue llamando a personas que entreguen su vida al servicio del anuncio de su persona y de su mensaje, personas que animen a las comunidades cristianas y urjan a la vivencia de la fe, por medio de la cual se conviertan ellos y al mismo tiempo sean testigos que iluminen la fe de los demás.

    Son los sacerdotes, que entregan generosamente su vida para cumplir la misión a la que sienten que Dios los llama. Hoy, necesitamos que siga habiendo personas que entreguen su vida en totalidad y radicalidad a esta misión.

    Que haya personas que entreguen su vida al servicio del evangelio depende, sobre todo, de Dios, pero depende también de las familias que valoren y animen a sus hijos por este camino, depende de la comunidad cristiana que, con la valoración de los sacerdotes y de su tarea, anima a otros a entregar su vida a Dios y a los hermanos. Depende de las familias, que deben ser familias evangelizadas y evangelizadoras y que deben vivir en su seno el mensaje de Jesús y enseñárselo y transmitirlo a sus hijos. Depende de todos los bautizados, que debemos ser testigos de nuestra fe desde la vivencia personal de la misma y desde la transmisión a los demás desde nuestro apostolado.

    Respondamos con generosidad al Señor que nos sigue diciendo hoy: «La mies es mucha y los obreros son pocos». Digámosle con el corazón y la vida: «Aquí estoy Señor, cuenta conmigo».

    + Gerardo
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