Un tema especialmente preocupante (II)

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    Seguimos haciendo nuestra reflexión sobre el Seminario y las vocaciones sacerdotales en este segundo capítulo.

    En el anterior, destacábamos la importancia que tenemos los que somos sacerdotes con nuestra vida y testimonio para ser promotores de vocaciones.

    Hoy quiero seguir esta reflexión destacando la importancia que la familia cristiana tiene a la hora de que surjan vocaciones al sacerdocio en el seno de la Iglesia y siga habiendo sacerdotes en nuestras parroquias, personas que animen la fe de los fieles y los alimenten con la eucaristía y todos los demás sacramentos que Cristo ha puesto en sus manos.

    Especialmente responsables deben sentirse todas  las familias cristianas, y sobre todo aquellas que valoran la labor de los sacerdotes y la ayuda que tantas veces han encontrado en ellos; las que reclaman que en su parroquia haya siempre un sacerdote que los atienda, les acompañe y les ayude a progresar en la fe;  las familias que pertenecen a movimientos apostólicos que están continuamente atendidos por sacerdotes que les acompañan y les ayudan; y todas las familias cristianas en general, deben animar y favorecer que alguno de sus hijos se planteen la vocación sacerdotal, como un camino por el que Dios sigue llamando hoy y en el que pueden ser más felices  que por otros distintos, aunque tengan más prestigio y más rentabilidad material.
    Hasta hace no tanto tiempo, las familias cristianas tenían a gala y era para ellos un orgullo sano el tener en la familia un hijo sacerdote. Hoy nos encontramos que, para muchas familias cristianas, cuando entre los hijos hay uno que se plantea la vocación sacerdotal, cuando se lo comunica a sus padres, en vez de ser una alegría para ellos y encontrar en los mismos apoyo y ánimo para seguir adelante en dicho planteamiento, los padres lo consideran una desgracia y hacen todo lo posible por desanimarlos, planteándoles la vida desde otros criterios de prestigio, materialismo y comodidad, por los que se rige la sociedad actual, en vez de ayudarlos a dar una respuesta generosa a lo que Dios les puede estar pidiendo.

    Joven, discierne cuál puede ser el camino por el que Dios te está llamando

    Esta poca acogida de la vocación sacerdotal que existe hoy en la mayoría de las familias cristianas, nos hace plantear la necesidad de aceptar abiertamente un hecho real que está sucediendo en las mismas: no se está viviendo ni valorando la fe en las familias cristianas; nuestras familias se han descristianizado y viven la realidad de las mismas al margen de Dios y de la misma fe. Por ello se hace necesario y urgente, como hace tiempo llevamos planteando en la diócesis, la necesidad de cultivar y cuidar la familia, para que sea de verdad una familia cristiana, porque viviendo con indiferencia la fe o sin ella o al margen de ella, no puede transmitirse la fe de padres a hijos porque, como dice el dicho castellano: «Nadie da lo que no tiene».

    Es urgente e importante que cada  familia se pare a revisar la importancia que está dando a Dios y a la fe en su vida, y cómo está cumpliendo con los compromisos que adquirieron el día del bautismo de educar a los hijos en la fe para que llegaran a ser auténticos seguidores de Jesús.

    Es urgente e importante que cada familia se pare a revisar la importancia que está dando a Dios

    Solo desde esta fe y desde esta educación en la fe, es desde donde se puede descubrir que Dios puede llamar a los hijos o a alguno de ellos por el camino del sacerdocio. Si la familia es indiferente a Dios y a la fe y  esta no se transmite, es muy posible que en vez de ayudar a plantearse la vocación sacerdotal, y el joven pueda ser llamado en esa familia al sacerdocio, no encuentre ningún apoyo ni sensibilidad para descubrirla ni por parte del joven ni por parte de los padres, ni de ningún miembro de la familia que se llama cristiana.
    Aunque la familia es tan importante en el descubrimiento, apoyo y animación del discernimiento vocacional de los hijos, cuando estos no lo encuentran en ella, pueden descubrirla por otros medios: por el grupo juvenil en el que participan; por el testimonio del sacerdote con el que tratan y en el que encuentran ayuda y disposición para ayudarlos; por las necesidades que tienen hoy las personas de que alguien les hable de Dios y de la necesidad de valorar a Dios en su vida; por el mensaje atrayente de Jesús que ellos han descubierto y tratan de vivir. Estos jóvenes deben de ser valientes, no sentir miedo ante una sociedad que va por otros caminos, sino descubrir que esta sociedad, aunque no quiera admitirlo, necesita a Dios y la fe en Él para encontrar sentido a la vida y descubrir la necesidad de que alguien tiene que ayudarlos a conseguirlo y ese alguien puede ser él.

    Joven que te encuentras en esta situación de pensar si tal vez Dios te está llamando a ti para ayudar a otros a encontrar sentido a su vida, para ayudar a descubrirle a Él y seguirlo de cerca, sé valiente, discierne cual puede ser el camino por el que Dios te está llamando y respóndele generosamente: Aquí estoy, Señor, cuenta conmigo.

    + Gerardo
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