Qué haceis ahí plantados mirando al cielo? Esta es la pregunta que el Ángel dirige a aquellos discípulos que se habían quedado paralizados ante la ida de Jesús a los cielos.
Jesús les había encomendado un encargo, una misión que debían realizar, «id por el mundo y predicad el evangelio a toda criatura», les había dicho que debían ser testigos en todo el mundo de su mensaje y de su vida.
Ser cristiano es luchar por encontrar el equilibrio entre mirar al cielo y estar en la tierra viviendo los valores del cielo.
En nuestra vida de creyentes nos amenazan continuamente dos peligros de los que hemos de librarnos:
• El espiritualismo. Es decir, quedarnos ensimismados con lo del cielo, olvidándonos de la tierra.
• El materialismo: vivir en la tierra, de la tierra, y para la tierra, olvidándonos del cielo.
Nuestro peligro, hoy, no es quedarnos ensimismados mirando al cielo. Vivimos una época de activismo. Dejamos frecuentemente que el barro de la tierra se pegue a nuestros pies, y nos olvidamos de nuestro último destino, del cielo. Hoy, con frecuencia, valoramos sobre todo lo contante y lo sonante. Nos sentimos interesados por todo lo material y no valoramos suficientemente lo espiritual.
El hombre actual se olvida con frecuencia de toda una serie de valores importantes del reino: Los valores de la honradez, la verdad, la autenticidad, la sencillez, la caridad, la fe, el sacrificio y la abnegación, Dios, la vida eterna, la misericordia y un largo etcétera son valores con muy escasa cotización en nuestra sociedad actual.
Se cotizan mucho más el poder, la violencia, el gozar, el tener más, la comodidad, el vivir la vida sin preocuparnos de más.
Los hombres y mujeres de nuestro tiempo tenemos demasiado fija nuestra mirada puesta en la tierra y en lo terreno y muchas veces nos olvidamos de que tenemos un destino que supera nuestra vida aquí en la tierra, nos olvidamos del cielo, de esa vida eterna después de la muerte terrena, que Cristo nos ha prometido dar si somos capaces de vivir su estilo de vida, sus valores en esta vida y enseñarlo así también a los demás.
La ascensión del señor a los cielos es para todos nosotros una llamada a mirar al cielo; a recordarnos que nuestro destino no es este mundo, porque este mundo se acaba; a valorar vivir esta vida desde los valores del Reino; a mirar al cielo para mirar con otros ojos a la tierra. a mirar al cielo para descubrir los criterios y valores desde donde debemos de transformar la tierra
La ascensión del Señor no es huida del mundo; es una llamada de Jesús a vivir su estilo de vida y comunicarlo a los demás y ser sus testigos en nuestro mundo; señala el tiempo y comienzo de la Iglesia en el que esta debe llevar adelante y hacer realidad el encargo de Jesús, recordad que nos ha confiado el mundo para que lo transformemos de acuerdo con su sentir y su pensar, sabiendo que para realizarlo no estamos solos y que no nos ha dejado huérfanos, que Él estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.
Esta es nuestra tarea, es la tarea de la evangelización del mundo que tenemos en nuestras manos y a la que nos debemos
A veces nos quejamos de nuestro mundo, que es un mundo materialista, hedonista y egoísta; un mundo en el que ada uno va a lo suyo y solo a lo suyo. Este mundo lo hemos hecho entre todos como es y lo hemos hecho así, porque tenemos una mirada demasiado pequeña y corta, que nos hace pensar solo en el aquí y en el ahora, olvidándonos que existe un futuro que va más allá de este mundo y que hemos de ir preparando desde la vivencia auténtica de nuestra fe y la comunicación de nuestra propia experiencia y nuestro testimonio a los demás.
Vivamos la festividad de la Ascensión del Señor en todo su significado y revisemos si nuestra mirada esta demasiado corta, centrada plenamente en este mundo y muy poco en cielo, si estamos queriendo hacer un cielo en la tierra, lo cual no es posible, olvidándonos de que el verdadero cielo nos lo ofrece el Señor, después de que hayamos vivido este mundo y esta vida como quien es consciente que es peregrino cuyo destino es otro.
+ Gerardo
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