Migraciones, trata y la «llamada de Dios a la fraternidad»

La delegación de migraciones organizó, en la tarde de ayer, una conferencia sobre migraciones a cargo del jesuita Conrado Zepeda. El acto tuvo lugar en el salón de actos de la parroquia de San Pablo de Ciudad Real.

Julián Plaza, delegado de Migraciones de la diócesis, presentó el acto, que se enmarcaba dentro de la celebración del Día europeo contra la Trata que se celebra este 18 de octubre.

A continuación, Francis Zabala, voluntaria de la delegación y mexicana como el conferenciante, lo presentó agradeciéndole su trabajo durante años en las fronteras de México, donde llegan miles de personas cada día para intentar alcanzar Estados Unidos.

Zepeda comenzó la conferencia recordando a dos jesuitas asesinados mientras ayudaban a refugiados en estas fronteras. Se trata de sus compañeros Joaquín y Javier, asesinados por defender la vida de los migrantes.

Después de esta oración, continuó con la conferencia, en la que hizo «un diagnóstico desde la fe sobre los fenómenos relacionados entre las migraciones y la trata de personas». Tras diferenciar entre trata de personas (explotación de personas tras el traslado) y tráfico de personas (explotación por el traslado irregular), el jesuita dio datos de la frontera mexicana a los que sumó algunos datos de esta problemática en España. Recorrió el número de muertes y desapariciones, el número de traslados, asesinatos, secuestros y extorsiones. La sensación, al escuchar las cifras, es de que cada año se superan los números del año anterior, «el fenómeno migratorio forzado y la trata de personas es una situación compleja y cada día con mayor crecimiento, tanto en España, como en México y en el mundo».

Apuntó las principales causas estructurales de la migración y la trata: «Desigualdad de oportunidades, desilusión hacia los procesos democráticos, deficiencia de los sistemas de protección social, inseguridad, militarización, narcotráfico y el sistema de violación de los derechos humanos que se vive en estos países». Advirtió de que «no hay organización, ni Iglesia, ni gobierno que pueda responder aisladamente al problema», que presentó como algo complejo sin soluciones sencillas.

El modelo Tapachula

Tapachula es un municipio en el estado de Chiapas, en México, que sirvió al ponente para explicar cómo el fenómeno migratorio, que mayormente es tráfico ilícito de personas, es «carne de cañón» para la trata de personas.

A Tapachula llegan migrantes traficados con solicitud de residencia temporal, en ruta y algunos que permanecen en largas estancias. Aquí, el alcoholismo, la producción pornográfica, el comercio sexual, los intereses de compañías cerveceras y la esclavitud contemporánea encuentran a sus víctimas, que necesitan enviar dinero a sus familias en origen y, por esto, van adquiriendo préstamos que pagan al ser captados por los explotadores.

Como ejemplo, presentó a una víctima que llega a la localidad y a la que se le ofrece un porcentaje por cada bebida alcohólica que pague un cliente de un establecimiento. Con este «trabajo», la víctima va pagando una deuda que no deja de aumentar por los intereses abusivos y por la necesidad que tiene de ayudar a su familia en origen. Después, se le ofrece la prostitución como forma de conseguir más dinero, mientras la deuda crece. Este es solo un ejemplo de la forma en el que se hace negocio con aquellos que llegan a estos lugares buscando una vida mejor y ayudar a sus familias.

Los «actores» en el problema

En el problema de la trata hay distintos actores: de origen (personas tratadas, grupos indígenas, discapacitados, campesinos…), económicos (cerveceras, hoteles, narcotraficantes…), gubernamentales (policía, militares, jueces, políticos…), de la sociedad civil (Iglesias, ONG, medios de comunicación...), del turismo (hoteleros, bares, agencias de viaje…), eclesiales (religiosos, conferencias de obispos…), actores del crimen organizado (cárteles, narcotráfico, maras y pandillas…).

Dios nos invita a la fraternidad

En la última parte de la conferencia, Conrado Zepeda citó textos bíblicos sobre la acción de Dios en la historia en los que invita a toda la humanidad a la fraternidad. Desde el pueblo elegido, un pueblo emigrante que busca un lugar elegido por Dios, pasando por el trato de Jesús que incluso transgrede la Ley para acoger, hasta la Iglesia y los primeros cristianos, que tienen un mensaje (el de Cristo) para todos, sin distinción de raza. Ya no hay diferencias entre judíos y griegos, esclavos y libres.

«Construir fraternidad entre los pueblos lo exige nuestra fe», dijo, animando a construir «activamente» la fraternidad. Esto exige a los cristianos «amar hasta que duela», consiguiendo una «espiritualidad de la compasión política ante un panorama abrumador». «¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué haré por Cristo?», citando a san Ignacio de Loyola, fue la pregunta final que lanzó el jesuita, a modo de llamada a la acción desde la fe para toda la comunidad.