El trato de san Juan de Ávila a los marginados

Almodóvar del Campo acogió, el pasado 21 de octubre, la VIII Jornada Avilista, organizada por la Hermandad de los Santos de la localidad.

Conectados: Juan de Ávila y los marginados, fue el título de la conferencia que ofreció Juan Ignacio Pulido Serrano, doctor en Historia y Filosofía por la Universidad de Alcalá de Henares. El acto tuvo lugar en el templo parroquial, con la asistencia de más de cien personas.

En primer lugar, Juan Carlos Torres, párroco de Almodóvar, y la presidenta de la Hermandad de los Santos Juan de Ávila y Juan Bautista de la Concepción, Isabel Fernández, presentaron la jornada y al ponente, del que subrayaron su interés por la condición conversa del linaje del propio Juan de Ávila, como exponente de su humanismo reformista, o en la particular sensibilidad del santo por el problema morisco.

Pulido Serrano, más allá de su condición de profesor, dijo sentirse, junto a su familia, «un poco como peregrino también por la acogida que hemos tenido” en Almodóvar del Campo. Hilvanó su intervención en torno a tres grandes grupos de marginados que fueron coetáneos de Juan de Ávila y a los cuales dirigió también su prédica y acción social: descendientes de judíos bautizados, musulmanes bautizados y pobres.

Se trata de colectividades que tenían en común ser «gentes sin estima social, no eran estimados por sus compatriotas» y que despertaron en san Juan de Ávila «un interés muy vivo, mucho, más de lo que muchas veces se ha dicho, se ha pensado e, incluso, se ha imaginado», afirmó Pulido.

Juan de Ávila era descendiente de conversos judíos, algo que en la época ponía a estas personas «en una categoría de cristianos inferior, frente a aquellos otros que tenían una categoría superior, que eran los que procedían de los bautizados en tiempos inmemoriales» y esa situación de señalamiento social lo reflejaría, de manera crítica, ya en su obra Audi Filia.

«Sabemos que Juan de Ávila tenía en su cabeza la idea de que, para mejorar a una sociedad, para cambiarla, para transformarla, para reformarla, era imprescindible fijar la atención en los más pequeños»

«Es una voz que entra radicalmente a criticar ese concepto vertebral que divide a la sociedad de entonces entre cristianos viejos y cristianos nuevos», afirmó Pulido Serrano, quien expuso que, para el maestro Ávila, «la única genealogía válida es la espiritual, la que vincula a todos los bautizados con Cristo, y solo así los hombres podrán encaminarse hacia la paz, la armonía y el encuentro amistoso de unos con otros».

Por otro lado, Juan de Ávila también «se interesó mucho por el problema morisco y se aplicó a crear fórmulas para sostener una atención a la población morisca tan numerosa y que necesitaba ser asimilada por la sociedad mayoritaria». Para ello, el doctor de la Iglesia formó entre sus discípulos «equipos de misioneros» para llevar a estas comunidades el Evangelio y facilitar el trasiego iniciado al bautizarse.

«Sabemos que Juan de Ávila tenía en su cabeza la idea de que, para mejorar a una sociedad, para cambiarla, para transformarla, para reformarla, era imprescindible fijar la atención en los más pequeños», explicó Juan Ignacio Pulido, aludiendo en este sentido a su faceta de formador y fundador de colegios y la Universidad de Baeza, instrumentos docentes con que cambiar también mentalidades como la relativa a los moriscos.

Y en cuanto a las personas, sin recursos, en el s. XVI había una pobreza «inmensa», y se «produjo un cambio en la percepción de los pobres», pasando a ser vistos «como una amenaza para los individuos, una lacra que amenazaba a todos y que había que combatir» contextualizó, apostillando que fue ahí cuando nació la idea de que la atención a estas personas debían darla los poderes públicos.

Este es un tema del que Juan de Ávila no quiso dejar al margen a la Iglesia, aportando reflexiones que luego se debatirían en el Concilio de Trento. Pero, en su contexto, el santo dejó muestras de practicidad cercana como la que realizó en Madrid la Hermandad de la Misericordia del Barrio de San Martín, nacida al influjo de esas tesis avilistas sobre la atención caritativa y cristiana a los pobres.

«Lo que Juan de Ávila estaba proponiendo era el sistema de Cáritas que existe hoy, porque más o menos es esa existencia parroquial a pie de calle, participada por los fieles parroquianos, dirigida por los sacerdotes de la parroquia y todos apoyados por los obispos en sus diócesis», dijo Pulido, reseñando a otros historiadores que ya habían reflexionado sobre el papel del santo almodovareño en su implicación por la pobreza.